El día después. Reflexiones sobre los incendios de Viña del Mar y Quilpué

Patricio Winckler Grez, Ingeniero Civil, MSc., PhD. Académico de Ingeniería Oceánica, Universidad de Valparaíso.

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Siendo domingo 4 de febrero, el día después de dos en que el fuego arreció con grandes extensiones

urbanas de Viña del Mar y Quilpué, me permito articular un par de ideas como mero observador de

los acontecimientos. Luego de una caminata por Miraflores Bajo, Canal Beagle, Villa Dulce, el Olivar,

Independencia, Miraflores Alto y el Sporting, es evidente que las vías estructurantes de el Troncal y el

Camino internacional fueron sobrepasadas en su capacidad ante el alto flujo de vehículos particulares

que buscaban llegar con ayuda a las zonas más afectadas o a sus destinos en sectores periféricos de

la ciudad. En ambas arterias, la circulación se hacía a ratos nula o muy lenta. Dada la gran extensión

afectada, presumo que el personal de carabineros de tránsito se hizo escaso para los controles de

tráfico, lo que dio pie a que, en algunas intersecciones, fueran grupos de vecinos quienes improvisaran

el control de tránsito.

El apoyo espontáneo de residentes, familiares y voluntarios movilizados a pie se hizo evidente en las

zonas cercanas a las vías estructurantes, pero más escasa lejos de ellas, sobre todo en sectores

colindantes a quebradas de topografía compleja cuyo acceso era dificultoso. Los escombros -

principalmente latas no combustionadas y almacenadas en las veredas o sobre las calles- dificultaban

la circulación vehicular donde ella era posible. El acceso vehicular se hizo más lento aun por la

presencia de vehículos que lograron acceder con ayuda, pero a falta de espacio, utilizaban la calzada

en forma parcial. En el ánimo de limpiar los terrenos rápidamente, se veía gente moviendo balones

de gas quemados, circulando bajo líneas de alta tensión, o transitando cerca de tuberías de

abastecimiento de gas -asumo inutilizadas luego del incendio-, sin asistencia alguna de especialistas.

El apoyo institucional pareció insuficiente, siendo escasa la presencia de las policías, empresas de

servicios o funcionarios municipales que asumo fueron superados por la extensión de las zonas

urbanas afectadas. Así las cosas, la distribución de la ayuda por parte de miles de individuos,

incontables organizaciones y la Defensa Civil, entre otros, se desarrolló con escasa planificación,

siendo abundante en sectores de fácil acceso y escasa en sectores lejanos. En términos positivos, me

permito destacar la masiva afluencia de bomberos de diversos puntos del país que, operando con su

base en el Sporting Club, distribuían sus carros en función de la demanda, descansando a ratos a la

intemperie y con el apoyo de voluntarios que aportaba raciones de agua y alimento. Y también

destaco el hecho de que el Sporting haya liberado la circulación vehicular durante y después del

incendio, aliviando el flujo por las vías complementarias como Lusitania, 1 norte o calle Álvarez.

Por otra parte, creo que el adelantar el toque de queda a las 18:00 pareció una medida ineficiente,

toda vez que fue avisada con pocas horas de anticipación y considerando además que la salida de las

zonas afectadas a pie o en vehículo pudo tomar un par de horas. De hecho, al inicio del toque de

queda había tacos en el Camino Internacional, en el Empalme de Av. Eduardo Frei, Miraflores Alto, en

la Subida Padre Hurtado y en otras vías troncales. No pude identificar funcionarios desviando el

tránsito hacia las zonas altas de la cuidad y, de lo visto en los despachos periodísticos, los controles

habrían entrado en vigor más tarde.

Finalmente, aporto un par de reflexiones desde áreas de mi experticia. El avance del fuego y sus

consecuencias en terreno son poco predecibles con las herramientas de pronóstico actuales, sean

ellas modelos matemáticos, instrumentos meteorológicos o sistemas de alerta temprana basados en

los dos primeros. Ello se debe a la naturaleza turbulenta e impredecible del flujo, a la topografía

donde este se desarrolla y a la heterogeneidad de los usos de suelo, entre otros factores. A ello se

suma el hecho de que el cambio climático se manifestará en un incremento gradual de las

temperaturas medias y una reducción en las precipitaciones medias en la zona central de Chile; y es

altamente probable que ambos factores redunden en el incremento de la frecuencia e intensidad de

eventos meteorológicos extremos como los del 2 y 3 de febrero. Así, aun cuando, mediante estudios

de amenaza, exposición y vulnerabilidad, es posible tener una idea de la susceptibilidad de territorio

a ser afectado por un incendio, los estudios actuales se desarrollan a una escala urbana, llegando a

veces de manera voluntarista a una escala de manzana censal. La incertidumbre de dichos estudios

es incluso mayor a los de riesgo de inundación fluvial o por tsunami, en los cuales la zona inundable

está relativamente acotada. Está en el complejo dominio de la planificación territorial el desafío de

develar cómo nuestras ciudades responderán a futuro y hacerlas menos vulnerables ante los

incendios.

En síntesis, esta descripción no es ni por lejos una visión acabada de la respuesta a la emergencia, la

que por cierto manejan las autoridades del Ministerio del Interior, SENAPRED y los municipios, entre

otros. Sin embargo, me quedo con la sensación de que esta tragedia excedió largamente todas las

capacidades de pl

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